recuerdos con sabor a presente

haber vomitado ayer me trae recuerdos de cuando lo hacía voluntariamente. sé que está mal, pero me sentía bien, era muy relajante ver como se lo llevaba todo el inodoro, ya no era mi problema, estaba más allá mío.

la primera vez que vomité a propósito tenía como unos ocho años. fue simple curiosidad, quería saber que se sentía, así que me metí dos dedos en la garganta y empecé a moverlos. primero tosí un montón, después vinieron las asquerosas arcadas y se me llenaron los ojos de lágrimas y por último, una cascada de líquido rosa y blanco (había comido helado de limón y frutilla hacía unos momentos) salió apresuradamente de mi boca. mis papás que habían escuchado, entraron rápido al baño y me gritaron durante varios minutos, igual a mí no me importaba, sabía que era capaz de hacerlo.

la segunda no fue fácil. habían pasado como siete años y esta vez no era inocente curiosidad, era desesperación. me costó, me asusté, pero cuando pude hacerlo me sentí muy aliviada. mi mayor miedo eran las manos, había leído por ahí que los líquidos del estómago podían dañar la piel, y no quería más marcas (ya había tenido problemas cuando me vieron los cortes) así que tuve que buscar alguna otra herramienta. y se me ocurrió mientras me lavaba los dientes después de haber vomitado, el cepillo, tenía la forma perfecta, la medida perfecta, desde ese momento mis dedos se quedaron afuera, y el mango de plástico se encargó de todo.

no fueron muchas las veces que recurrí a mia, como mucho quince, pero fueron verdaderas, desesperantes y reconfortantes.

era por esa época en la que me cortaba. como que mia y la automutilación iban juntas, cuando no me castigaba con una, lo hacía con la otra.

la primera vez que me corté estaba haciendo una tarea del colegio (más o menos por la misma época que vomité por segunda vez) cuando vi la tijera al lado mío. no sé qué fue lo que pasó o por qué pasó, pero la agarré, la clavé contra mi muñeca y apreté. no tuve motivo o razón aparente, pero lo hice.

ya después se transformó en una rutina, cuando tenía muchas ganas de llorar, me cortaba. me gustaba, la sangre me daba un placer que no se compara con nada más que haya hecho.

por esos momentos usaba un guante cortado en el brazo para que no se vieran las lastimaduras, pero en un decuido mis padres se percataron y tuve que cambiar de lugar. me di cuenta que lo mejor era en la cadera, ahí donde están esos huesitos que todas queremos que se nos noten, ahí empecé a cortarme. pero había algo en la tijera que no me convencía, no era lo suficientemente rápido, ni filoso, ni práctico. pero bueno, por esa época leí abzurdah y probé con un filo de sacapuntas. fue increíble, la hoja se deslizaba sobre mi piel sin efuerzo, provocando más dolor, sacando más sangre. era lo que buscaba.

no me acuerdo cuándo ni por qué dejé de hacer estas cosas. simplemente ya no las hago.

no son mi pasado más lindo, pero están ahí en mi memoria. siempre van a estar, para recordarme que así como una vez pasó, puede pasar otra. las historias tienden a repetirse, mi vida tiende a repetirse.